lunes, 22 de julio de 2013

El fútbol, las mujeres y yo. Ficción autobiográfica.

“Me enamoré del futbol tal como más adelante me iba a enamorar de las mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar para nada en el dolor y los sobresaltos que la experiencia traería consigo”.

(Lo dijo Nick Hornby en Fiebre en las gradas (Fever Pitch, 1992).)


Cada vez me sorprende más a mí mismo mi relación con el fútbol (yo, mi, me, conmigo... onanismo bloggero). Cada vez sigo a más equipos, cada vez más información, equipos más pequeños, más remotos. Cada vez más difícil mantenerse informado. Cada vez más lejos del Atleti y, a pesar de todo...
El Atleti es como es primera novia que no consigues sacarte de la cabeza. Me daba más disgustos que alegrías, me hizo llorar muchísimo, le caía fatal a sus padres y a sus amigos y me engañó con todo lo que se cruzó en su camino, pero... Pero. Ay. No puedes dejar de ver cómo le va y lo cierto es que el sexo con ella es cojonudo. Así que aunque a veces digas que no, en el fondo es como si aún fueseis pareja. Imposible pasar página.
Pero no nos engañemos. A mí lo que me gusta es divertirme, sentirme cómodo y luchar por algo en esta vida, así que un día descubres a una chica alemana guapísima, de Hamburgo. Te apañas regular con el idioma y la relación es básicamente por Internet, aunque tienes un montón de recuerdos suyos porque la tipa diseña de la hostia. Veo los partidos del St. Pauli siempre que puedo (los horarios de la Bundesliga 2 son, generalmente, incompatibles con mi trabajo) gracias a Internet. Ir a ver un partido en el Millerntor es uno de mis sueños incumplidos. Sueño que cumplió, precisamente, otra chica con la que estuve liado mucho tiempo y de la que estaba bastante pillado. Con otro tío, claro. Después de meses planeando irnos juntos. Y sí, es uno de los motivos por los que me he distanciado del St. Pauli un poco. Tampoco mucho.
Lo cierto es que el puerto de Hamburgo está muy lejos de Madrid, no nos engañemos. No obstante, y por mucho que haya gente empeñada en negarlo, Madrid también tiene puerto de mar y un grupo bien simpático de marineros y marineras, así que era de esperar que, más tarde o más temprano, me acabase liando con alguna seguidora del Rayo Vallecano (si he de ser honesto, fue ella la que se lió conmigo, yo había bebido bastante más de la cuenta). Y oye, el Rayo me engancha por todo, pero sobre todo por su grada. Me da igual quién vista esa camiseta, siempre he pensado que quien de verdad defiende la franja no son otros que Bukaneros y, de hecho, cada día estoy más convencido de ello. Es evidente que al palco no se puede mirar, que tienen unas amistades muy raras con rubias peligrosas que ostentan altos cargos en Madrid. La grada, la grada. Lo que más me gusta del Rayo es esa grada, ese estadio, esa gente.
Al final, la chica de Vallecas me abrió mucho los ojos, pero no terminó de aportarme nada nuevo, y la relación permanece cordial, pero ya no es como antes. ¿Por qué? Sencillamente se cruzó en mi camino una asturiana preciosa que me tiene completamente loco. No es la más guapa, no tiene dinero y pasa completamente desapercibida para la mayoría de los humanos, pero es con mucha diferencia la más coherente con lo que piensa y, sin duda alguna, la chica más divertida que he conocido jamás. No recuerdo haber disfrutado nunca tanto de un partido como disfruté viendo fútbol en La Cruz (la verdad es que entre la cerveza y la miopía fútbol, lo que se dice fútbol, vi poco). El UC Ceares es FÚTBOL. Sí, todo en mayúsculas. El Ceares es y representa todo lo que yo le reclamo a este deporte, el Ceares es lo que no voy a encontrarme jamás en Primera División. Un club articulado en torno a sus aficionados, gestionado por y para ellos. El Ceares es un jodido estilo de vida, un ejemplo de fútbol del pueblo, del barrio, de la gente normal. El Ceares es divertidísimo por cercanía y sencillez. El Ceares es fútbol, sí, y además cultura. Es la máxima representación de eso que se dice del Barça de "més que un club".
El Ceares es la hostia, y me tiene loco oigan. Es mi nuevo amor platónico, aunque me pille lejos, aunque nos veamos poco. El Ceares es la chica de la que le hablo a todos mis amigos (aunque a muchos no les guste el fútbol) para que me acompañen a conocerla.
El Ceares es mi nuevo amor. Si fuese Ted Mosby, el Ceares sería la madre de mis hijos. Por mucho que, de vez en cuando, no pueda evitar echar una canita al aire con el Atleti... Sé que, visto lo visto, mi relación con la chica que vivía a orillas del Manzanares está cada día más deteriorada.